-Mire Ferreira, esta foto la tomó el oficial Ludueña. Lo
hizo siguiendo el protocolo, ya sabe cómo es, la escena, el entorno, el
perímetro y todo eso. Mírela, dígame que ve.´
-Bueno… parece ser alguna playa del sur, yo diría… La
serena.
-Bien Ferreira, siga
-Diría que son… las dos de la tarde, las sombras se ven casi
verticales, apenas se proyectan hacia el oeste. La mujer parece estar entre los
35 y los cuarenta, no es turista. Lleva un atuendo discreto. No está para que
la miren, está mirando…
-Usted es de los míos, Pereira. Siga
-Parece haberse detenido circunstancialmente, como si
hubiera decidido descansar un momento. Hace poco que está sentada en el
peñasco; tiene la espalda erguida, no se
desprendió de la cartera… o del bolso, que lleva cruzado en bandolera. Está de
paso… Si, cuarenta años. Ese sombrero es para protegerse del sol… digamos
funcional, nada de coquetería y eso. Es un día laborable, la playa está
desierta…
-Me va a hacer llorar, Ferreira. ¿Tiene algo más?
-Puede ser principios de otoño, hay algún amarillo en el
árbol.
-Bien, Ferreira. Usted va a hacer carrera. Ahora le diré el
resto, lo que no está en la foto:
A espaldas de la mujer, más allá del árbol, se abre un
sendero de guijarros y, cruzando la calle, hay tres escalones de piedra gris
que suben a la casa. El cuerpo está en la sala. Un solo disparo al corazón. El
tipo, cincuenta años, grueso, casi no sangró. Murió en el acto. Se desplomó
sobre el sofá sin soltar el vaso de whisky. Todo fue rápido, limpio y completamente
inesperado
-¿La mujer?
-La mujer, Ferreira. Cuarenta y dos años, residente. Fue a
principios de otoño. Nos estaba esperando. La interrogó García. La mujer dijo
que estaba en el lugar hacia menos de media hora; que no había oído ninguna
detonación. Sólo el ruido de una moto que salió de la casa hacia el centro
comercial “uno de esos chicos de pelo largo y ropa ajustada. Negra, la moto era
negra” .Dígame qué hicimos, Ferreira.
-Buscaron a un tipo de pelo largo, en una moto negra.
-Usted va a hacer carrera, Ferreira. Detuvimos a siete
motociclistas, uno era mujer. Tres horas después volvimos a la escena. García
entró conmigo. Miró un poco el fiambre. Después levantó la vista. Entonces vi
que se ponía rojo, la mirada fija en un porta retrato.
-La mujer
-La mujer, Ferreira, la mujer. Todavía la estamos buscando.
¡Formidable!
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