jueves, 29 de mayo de 2014

Anochecer


Vení. Juntá algunos petates y venite. O no juntes nada, que acá hay de todo y lo que no, lo inventamos. Vení, que hasta árboles tengo; y si te asomás a esa ventana (medio de costado) podés ver el mar. Vení, que inundamos la casa de aroma a pan tostado, a café; dale, que amaso unos tallarines y vos te inspirás y le das un toque francés a esto que borbotea en la olla de barro. Si venís, hay pájaros, un verdadero despelote ornitológico al atardecer, con gaviotas blancas que vuelven al mar desde los sembradíos y un lechuzón que planea bajo y te mira como diciendo qué carajo. Y tiene razón, qué carajo. Cómo no vas a venir, si de noche, el mar ruge una bronca mitológica y te cuenta historias de naufragios igualitarios, un perpetuo Titanic de traficantes y esclavos y virreyes y frágiles doncellas que venían de ponerle los cuernos al señor marqués. Vení, que el viento sacude los postigos y me echa a volar el archivo completo de la memoria y entonces minga de recuerdos selectivos y mejor esto no, mejor esto otro, tan cuidadoso como es uno a la hora de planificar defunciones y borrar tu cara para no agarrarme a patadas con el espejo. Si venís, bajamos a la playa al amanecer, cuando el sol todavía es un barco incendiado en el horizonte y pinta de rojo los caracoles, los cangrejos muertos y la jeringa descartable (mirá si serán hijos de puta). Tenés que venir, no sé si me  explico, porque anoche llovió; porque mañana el mar parece de plomo líquido; porque en el cine están dando una de Brian De Palma y me sobran las palomitas; porque por la peatonal hay señoras gordas con perritos pekineses, y ejecutivos llevando del brazo a la nena silicona de ojos ávidos. Los podemos criticar lo más bien, mientras nos metemos en la cafetería a comer 42 medialunas. De veras vení. Mirá que estoy escribiendo una novela famosa y todavía no sé de qué se trata; que a veces, me parece que es tu risa contenida, y no es cuestión de andar buscándote descalzo por toda la casa. Vení, subite a un avión, o mejor montate en un camello así vuelvo a creer en los reyes. Apurate, traé tu pelo, tu boca, tus ojos; que acá tiene por costumbre anochecer y es tan ancha la cama, que me duelen las palmas de no encontrarte en lo oscuro.


1 comentario:

  1. Blogger me ha hecho una jugarreta, escribí un comentario y al publicarlo, desapareció, pero soy caprichoso e insisto. Decía que este es un texto que conozco y que releerlo ha sido un verdadero placer. Tiene un gran aliento poético y fluye con naturalidad, te arrastra sin darte opciones. Es un texto muy bien logrado a mi consideración de lector. Un fuerte abrazo de amigo y admirador.

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