Vení. Juntá
algunos petates y venite. O no juntes nada, que acá hay de todo y lo que no, lo
inventamos. Vení, que hasta árboles tengo; y si te asomás a esa ventana (medio
de costado) podés ver el mar. Vení, que inundamos la casa de aroma a pan
tostado, a café; dale, que amaso unos tallarines y vos te inspirás y le das un
toque francés a esto que borbotea en la olla de barro. Si venís, hay pájaros,
un verdadero despelote ornitológico al atardecer, con gaviotas blancas que
vuelven al mar desde los sembradíos y un lechuzón que planea bajo y te mira
como diciendo qué carajo. Y tiene razón, qué carajo. Cómo no vas a venir, si de
noche, el mar ruge una bronca mitológica y te cuenta historias de naufragios
igualitarios, un perpetuo Titanic de traficantes y esclavos y virreyes y
frágiles doncellas que venían de ponerle los cuernos al señor marqués. Vení,
que el viento sacude los postigos y me echa a volar el archivo completo de la
memoria y entonces minga de recuerdos selectivos y mejor esto no, mejor esto
otro, tan cuidadoso como es uno a la hora de planificar defunciones y borrar tu
cara para no agarrarme a patadas con el espejo. Si venís, bajamos a la playa al
amanecer, cuando el sol todavía es un barco incendiado en el horizonte y pinta
de rojo los caracoles, los cangrejos muertos y la jeringa descartable (mirá si
serán hijos de puta). Tenés que venir, no sé si me explico, porque anoche llovió; porque mañana
el mar parece de plomo líquido; porque en el cine están dando una de Brian De
Palma y me sobran las palomitas; porque por la peatonal hay señoras gordas con
perritos pekineses, y ejecutivos llevando del brazo a la nena silicona de ojos
ávidos. Los podemos criticar lo más bien, mientras nos metemos en la cafetería
a comer 42 medialunas. De veras vení. Mirá que estoy escribiendo una novela
famosa y todavía no sé de qué se trata; que a veces, me parece que es tu risa
contenida, y no es cuestión de andar buscándote descalzo por toda la casa.
Vení, subite a un avión, o mejor montate en un camello así vuelvo a creer en
los reyes. Apurate, traé tu pelo, tu boca, tus ojos; que acá tiene por
costumbre anochecer y es tan ancha la cama, que me duelen las palmas de no
encontrarte en lo oscuro.
Blogger me ha hecho una jugarreta, escribí un comentario y al publicarlo, desapareció, pero soy caprichoso e insisto. Decía que este es un texto que conozco y que releerlo ha sido un verdadero placer. Tiene un gran aliento poético y fluye con naturalidad, te arrastra sin darte opciones. Es un texto muy bien logrado a mi consideración de lector. Un fuerte abrazo de amigo y admirador.
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