viernes, 23 de mayo de 2014

Convenciones

Si, están las convenciones, lo civilizado, lo correcto. Y también está la verdad.
La verdad es así: No la miro. O, si no puedo evitar sus ojos, le sonrío con una ficción de paternalismo que –estoy seguro- la irrita y la induce, como ayer, a desprender otro botón de su camisa. A gritarme, en silencio -y sin siquiera saberlo- que no sea idiota, que la sabiduría no tiene que ver con los años, que los dictados de la sangre son anteriores a nosotros y nada puede haber más sabio que esa verdad indócil que pone hambre en mis palmas y desolación en mi bajo vientre. ¿Cómo puede haber algo más cierto que sus pupilas dilatadas  y la morosidad con que aparta  de mis manos la mirada?
Si no puedo evitar sus ojos, reprimo esa primitiva bestialidad, esa pulsión falazmente adormecida por años de acatamiento. La misma que a la madrugada reclama su poderío y me clava en un insomnio de brazos vacíos y almohada torturada.
Ella sabe, Yo sé, El universo sabe. Hace calor. Está boca abajo en su cama estrecha Entre las sábanas retorcidas siente una ferocidad de dientes en el cuello. Teme. Y el miedo es un licor ardiente que baja por su espina,  se derrama en sus caderas, late en el desamparo de su sexo y quema como escarcha sus pezones henchidos.
Entonces enciendo la luz o apago las sombras y le juro al espejo que mañana será el último día. Que iré a su casa por última vez, que sólo me resta ajustar los anaqueles de la biblioteca y recoger mis herramientas. Soportaré con entereza el testimonio de sus ojos velados, ni una sola vez la miraré arrebujada en el sillón a mis espaldas, fingiendo descalza que Kafka o algún otro muerto la retiene. Nunca me acercaré lento a retirar esa mentira de sus manos, jamás me pondré de rodillas frente a ella ni retendré entre mis palmas la tibieza de sus pies como palomas nuevas. No la sentiré temblar mientras mi boca derrite la nieve de sus pechos ni aliviaré mi sed en su palpitante herida de hembra entera. No será  de mí su parto inverso, no colmaré su vientre No naceré por fin en el único hogar del universo.


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