No tiene amigas. Se acercan,
la saludan, le dicen alguna cosa y hasta le sonríen. Pero no tiene amigas. Creo
que le temen y que ese temor no tiene que ver con que sea hermosa. Es algo
peor. Con los tipos es letal. Más de un galán experto se le acerca y ensaya su
mejor perfil, lleno de optimismo, para quedar congelado a la primera mirada que
ella le dispara. No querés estar ahí cuando te mira así. Es una suerte que no
estemos en la Edad Media. En la aldea ya estarían santiguándose, y acumulando leña. Se lo digo
(es que no puedo dejarla en paz cuando está así de espaldas, medio dormida) Le
cuento toda la historia. La Legación Inquisitorial entrando a la aldea por la
calle principal, reclamada por el devoto cagaso de los pobladores y los
piadosos oficios de La Sacra Comisión Directiva del Mariano Moreno, que juran
haberte visto volar desde el campanario de Nuestra Señora Bastante Inmaculada,
hasta la panadería del tano Pontecorvo (¡vos también..! podrías haber ido a comprar
pan caminando). Ella sigue quieta, pero
sé que sepulta en la almohada la mitad de una sonrisa. Y es una pena, no
es un fenómeno que ocurra con frecuencia. La Santa Comitiva avanza, erizada de cruces y
pendones, con olor a incienso y a naftalina. Avanza por acá, digo y deslizo mi
dedo por su espina (porque cualquier excusa me pone cartográfico) y desciende a
lo largo de la calle con majestuosa lentitud, flanqueada por los prosternados
fieles, ansiosos de colaborar con el Santo Oficio, cada uno con su sagrada
biblia y su caja de fósforos de seguridad “Tres Patitos” porque vieron tus ojos
y todos saben que son una herejía verde (que es de las peores). Y así, hasta el
juicio francamente sumario y la anhelada condena a morir abrasados en el fuego
de otra Santa Inquisición.
La Inquisición así, está más que justificada ¡Ah, esas brujas! Maestría, amigo. Un abrazo.
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