Roxy volvió. Me había llamado por teléfono con la excusa de
confirmarme su pedido
–Mira, Carlos- dijo-
no voy a estar en el local… pero el cofre igual lo quiero, Voy a pasar a
buscarlo por tu casa- La comunicación pudo terminar ahí. Pero dije
-¿No vas a estar?
Entonces me contó, y supe que “contarme” era el verdadero objeto de su llamada
– Me pegó, me
arrastró por toda la casa, estrelló mi celular contra el piso. Te hablo desde
uno nuevo que no entiendo…
-Te golpeó- dije y no fue una pregunta. Ni siquiera fue algo
que le dije a ella. Mientras se demoraba
en detalles, yo había iniciado la enumeración de una secuencia fatal:
Discutieron, él gritó, la insultó, rompió algún objeto. Ella intentó encerrarse
en el cuarto de baño, Ricardo la aferró de la blusa, la derribó sin soltarla,
la golpeó, la arrastró desgarrándole la ropa, se excitó viendo sus pequeñas
tetas blancas, perfectas; quiso virar a dolorida queja su arrebato de furor -¿Por
qué me haces esto?- dijo mientras Roxy el hematoma en el brazo, el dolor pulsando en su cuello,
unas líneas cárdenas donde la presión de la tela, y la orina humedeciendo sus
bragas, porque el terror y la impotencia “Esta vez se acabó” y un corte casi
invisible en el pómulo cuando un fragmento del cel “¿A vos te parece, por más
celoso que sea? Te juro, nunca más
Roxy.volvió. Volvió a Ricardo cuando él todavía no se miraba
las manos, mudo y con espanto
Mientras me contaba volvió.
Volvió mientras el pómulo casi no sangraba y la orina se
enfriaba en el nacimiento de sus muslos, tan tersos.
Tan suave la cara interna de sus muslos.